Escrito por el filósofo Daniel Menafra, este artículo -parte del dossier de Almafuerte ¡Piu Avanti! (La comuna ediciones, 2013)- ilumina las relaciones entre la obra de Pedro B Palacios y la música.
Almafuerte y la música: de Gardel y Razzano a Iorio
Existe una especie de relación casi natural entre nuestro poeta y la
música. En efecto, ya que la poesía de Almafuerte, como la de todo
gran poeta, tiene una particular musicalidad. Si tomamos, por ejemplo,
el Sin tregua, experimentaremos una sensación de ritmo creciente:
un in crescendo que encuentra su alimento en el sucederse de las
estrofas de este maravilloso poema. Y es necesario que así sea, porque
el Sin tregua, en su contenido, habla de la necesidad impostergable
del crecimiento espiritual del ser humano; aquel ser humano que debe
vencer a la bestia, ascender, evolucionar, como en “una sin cesar marcha
gimnástica”.52 Por eso el poema se titula de ese modo, porque
implica un ritmo que “no da tregua”; un andar sin descanso que, en un
momento, se torna vuelo.
Al margen de esta natural vinculación, podemos hallar otras relaciones
de Almafuerte con la música, algunas explícitas y otras no
tanto. Hay, en este sentido, una composición escrita por el poeta en
1901. No puedo más es el título de una letra para tango que parece no
haber tenido musicalización alguna.53
La composición que sí llegó a encontrar una versión musicalizada
fue A mi madre. Los insignes nombres de Carlos Gardel y José Razano
están ligados eternamente a esta sentida composición que la tradición
ha adjudicado al poeta, aunque estudios posteriores desmienten
esto último y atribuyen la canción a la autoría de Sebastián Alfredo
Robles. Con todo, en el Museo Almafuerte, podemos encontrar un
ejemplar de la grabación que lleva el sello de la discográfica Odeón.
En dicho ejemplar, la autoría de la letra se atribuye a Almafuerte.
Nuestro poeta murió mucho tiempo antes del apogeo del tango, de
su hegemonía en el contexto de la cultura musical porteña. Incluso
su tango No puedo más es anterior, cronológicamente hablando, a las
composiciones de Ángel Villoldo y Pascual Contursi, los primeros
52 En Poesías completas, pág. 147
53 Ver nota a pié de página nº 4 en Obras completas, pág. 339.
grandes autores de letras de tango. A pesar de ello, podría decirse que
la poesía de Almafuerte está impregnada de una atmósfera tanguera.
O, si se prefiere, que el tango tiene un indisimulable tinte almafuerteano.
Esto no pasa de ser más que una hipótesis que habría que fundamentar
con una debida investigación, pero existen algunos indicios
que permiten, de nuestra parte, formular semejante aseveración. Es
que las condiciones socio-culturales en las que nació el tango son casi
las mismas que potenciaron la génesis de la poética almafuerteana.
Una sociedad en conflictiva formación, a partir de los elementos vernáculos
que se fueron fusionando con el incesante aporte inmigratorio,
fue la matriz de ambos relatos, el de Almafuerte y el de los
grandes poetas del tango.
La vinculación más estrecha entre ambos relatos gira en torno del
dolor existencial del hombre; se centra en la angustia que emerge de
un trasfondo humano trágico potenciado por la coyuntura histórica de
los sectores más empobrecidos de la sociedad. Almafuerte canta “el
dolor del hombre”, pero también lo hacen los grandes compositores
como Cátulo Castillo, Homero Manzi o Enrique Santos Discépolo.
Este último, por ejemplo, en Tormenta, una composición de 1939, interpela
a Dios porque el querer ser bueno no lo ha llevado más que al
dolor, mientras que la gente mala vive mejor que él.54 ¿Cómo no ver en
este dolido reclamo discepoliano al Almafuerte que, en defensa de la
sufriente humanidad, discutía con la Divinidad cara a cara e incurría
en la blasfemia?
Mucho hemos de avanzar en el tiempo si queremos hallar una nueva
relación. Más precisamente hasta 1989, año en que el cantautor
pampeano Alberto Cortez editara una obra titulada Versos escogidos
de Almafuerte, un disco que registra para la posteridad una personal
versión del poeta, hijo adoptivo de la ciudad platense. La excelente
musicalización e interpretación que, en general, se observa en el disco
parece sostenerse en la sintonía que el cantautor logra establecer con
el espíritu de cada una de las poesías seleccionadas. Se destaca, sin
54 “¿Lo que aprendí de tu mano / no sirve para vivir? / Yo siento que mi fe se tambalea, /
que la gente mala, vive / ¡Dios! mejor que yo... / Si la vida es el infierno / y el honrao vive entre
lágrimas, / ¿cuál es el bien... / del que lucha en nombre tuyo, / limpio, puro?... ¿para qué? Si hoy
la infamia da el sendero / y el amor mata en tu nombre, / ¡Dios!, lo que has besao... / El seguirte
es dar ventaja / y el amarte sucumbir al mal”.
duda, en este trabajo de Cortez, la musicalización e interpretación del
poema Sin tregua. También el trabajo del autor pampeano alcanza un
alto relieve en Castigo y Los incurables, canción ésta en la que combina,
entre canto y recitado, algunos de los Siete Sonetos Medicinales.
Este trabajo de musicalización de poesías no es una excepción en
la obra de Cortez, ya que éste puso música a algunas composiciones
de los poetas españoles Antonio Machado y Miguel Hernández, que
fueron incluidas en sendos discos del cantautor catalán Joan Manuel
Serrat, editados en los años 1969 y 1971, respectivamente. Pero volviendo
a Almafuerte, debemos decir que el fin del siglo XX trajo, tal
vez, la asociación más curiosa: el seudónimo del poeta utilizado para
nombrar a una banda de rock argentino.
Al fundar V 8, el músico Ricardo Iorio fue, en nuestro país, uno
de los pioneros del heavy metal (“metal pesado”). Actualmente, es el
referente máximo de este subgénero musical que forma parte de un
fenómeno más amplio que es el rock argentino. Luego de la disolución
de Hermética, su segunda banda musical, allá por 1995, Iorio formó
otra a la que denominó Almafuerte. El músico justificó explícitamente
la elección del nombre en una canción del cuarto disco de la banda
(1999). La misma también se titula con el seudónimo del poeta, y en
ella su autor afirma:
Esta canción quiere tu nombre
Llevarse,
como se lleva mi voz para que
guarde quien siente.
Fue por querer, y por si alguno
no sabe,
que hice mío tu nombre,
Almafuerte
La elección del nombre de la banda es un verdadero acierto
del músico, puesto que refleja el espíritu combativo y rebelde del
poeta; espíritu que sintoniza a la perfección con la forma que el heavy
metal asumió en estas tierras: una música potente, “fuerte”, que se
complementa armónicamente con una poética comprometida con la
realidad nacional y, en particular, con los sectores sociales históricamente
más castigados. Como compositor, tanto en V 8, como en
Hermética y Almafuerte, Iorio expresa su adhesión a un arte comprometido
con la realidad social, adhesión que lo identifica con su
admirado poeta. Por otra parte, si consideramos la admiración de Iorio
por los grandes poetas del tango, la vinculación entre éstos y el
poeta Almafuerte parece fortalecerse. Más si tenemos en cuenta que
el rockero ve una suerte de continuidad en nuestra cultura a partir de
aquellos hombres que contribuyeron a formar una identidad nacional.
Continuidad que incluiría, no sólo a Almafuerte y a los poetas del
tango, sino también al folclorista José Larralde, de quien Iorio es un
reconocido admirador. Pero también deberíamos decir al mismísimo
Iorio, a pesar de que su aporte sea realizado desde un género musical
no asociado, precisamente, a las raíces musicales nacionales, dada su
procedencia británica.
Se debe tener presente, además, que la historia del rock pesado
argentino, que comenzó a fines de la década de 1970, coincidió
con épocas muy duras para los sectores sociales más vulnerables. De
allí que fuese, y sea, una expresión musical que culturalmente funcione
como un foco de “resistencia”, en tanto que sus letras, de marcado
contenido sociopolítico, apelen permanentemente a la concientización
de aquellos a los que hace llegar su mensaje. Este fue también el rol
social que asumió el poeta Almafuerte con su permanente prédica:
alentar en el hombre “caído”, en el hombre de la “chusma”, un espíritu
de rebeldía contra cualquier forma de opresión que estanque e
impida el progreso humano. Esta sincronía justifica plenamente que
una banda de heavy metal argentino lleve por nombre el seudónimo
del máximo poeta popular argentino. Es, en este sentido, más que un
homenaje al poeta, una verdadera declaración de principios por parte
de un hombre del rock pesado nacional.
En su repertorio, Iorio incluyó una versión, en ritmo de rock,
del poema de Almafuerte Como los bueyes, en 1995. Pero no fue el
rock pesado el único ámbito del rock argentino que musicalizó poesías
del poeta. Las pastillas del abuelo, una banda musical que fusiona
el rock con otros ritmos, presentó en el año 2005, en su primer disco,
una particular versión de Sólo Dios, uno de los primeros poemas de
Almafuerte, de acentuado tinte amatorio. Por su parte, la banda rosarina
de punk rock, Bulldog, varios años antes, en 1997, editó una versión
del Piu Avanti, uno de los Siete Sonetos Medicinales. De hecho,
en un disco del año 2001, hicieron una compilación de sus primeros
trabajos discográficos, a la que titularon No te des por vencido, ni aún
vencido, en obvia alusión al primer verso del Piu Avanti. Al igual que
el heavy metal, el punk rock es un género musical que reivindica el
espíritu de rebeldía como uno de sus valores esenciales. Que la banda
haya elegido ese poema almafuerteano para musicalizar, y no otro, se
comprende perfectamente.
Si el rock argentino, en general, aún conserva el espíritu rebelde
y crítico que siempre fue uno de sus aspectos esenciales, no tiene
nada de extraño que un poeta de las características de Almafuerte
sea un permanente polo de atracción para los músicos de ese género.
El rock siempre estuvo asociado, no sólo a la rebeldía crítica, sino
también a una corriente revitalizadora de la cultura nacional, a una
suerte de “viento joven”. Corriente revitalizadora a la que también
pertenece la obra del poeta, que será siempre ese “viento joven” que
alienta, que impulsa; muchas veces, también, una corriente “fresca”.
Sólo basta poner su atención en él.
La vigencia de Almafuerte en nuestra cultura popular está fuera
de discusión.
Daniel Menafra
Almafuerte y la música: de Gardel y Razzano a Iorio
Existe una especie de relación casi natural entre nuestro poeta y la
música. En efecto, ya que la poesía de Almafuerte, como la de todo
gran poeta, tiene una particular musicalidad. Si tomamos, por ejemplo,
el Sin tregua, experimentaremos una sensación de ritmo creciente:
un in crescendo que encuentra su alimento en el sucederse de las
estrofas de este maravilloso poema. Y es necesario que así sea, porque
el Sin tregua, en su contenido, habla de la necesidad impostergable
del crecimiento espiritual del ser humano; aquel ser humano que debe
vencer a la bestia, ascender, evolucionar, como en “una sin cesar marcha
gimnástica”.52 Por eso el poema se titula de ese modo, porque
implica un ritmo que “no da tregua”; un andar sin descanso que, en un
momento, se torna vuelo.
Al margen de esta natural vinculación, podemos hallar otras relaciones
de Almafuerte con la música, algunas explícitas y otras no
tanto. Hay, en este sentido, una composición escrita por el poeta en
1901. No puedo más es el título de una letra para tango que parece no
haber tenido musicalización alguna.53
La composición que sí llegó a encontrar una versión musicalizada
fue A mi madre. Los insignes nombres de Carlos Gardel y José Razano
están ligados eternamente a esta sentida composición que la tradición
ha adjudicado al poeta, aunque estudios posteriores desmienten
esto último y atribuyen la canción a la autoría de Sebastián Alfredo
Robles. Con todo, en el Museo Almafuerte, podemos encontrar un
ejemplar de la grabación que lleva el sello de la discográfica Odeón.
En dicho ejemplar, la autoría de la letra se atribuye a Almafuerte.
Nuestro poeta murió mucho tiempo antes del apogeo del tango, de
su hegemonía en el contexto de la cultura musical porteña. Incluso
su tango No puedo más es anterior, cronológicamente hablando, a las
composiciones de Ángel Villoldo y Pascual Contursi, los primeros
52 En Poesías completas, pág. 147
53 Ver nota a pié de página nº 4 en Obras completas, pág. 339.
grandes autores de letras de tango. A pesar de ello, podría decirse que
la poesía de Almafuerte está impregnada de una atmósfera tanguera.
O, si se prefiere, que el tango tiene un indisimulable tinte almafuerteano.
Esto no pasa de ser más que una hipótesis que habría que fundamentar
con una debida investigación, pero existen algunos indicios
que permiten, de nuestra parte, formular semejante aseveración. Es
que las condiciones socio-culturales en las que nació el tango son casi
las mismas que potenciaron la génesis de la poética almafuerteana.
Una sociedad en conflictiva formación, a partir de los elementos vernáculos
que se fueron fusionando con el incesante aporte inmigratorio,
fue la matriz de ambos relatos, el de Almafuerte y el de los
grandes poetas del tango.
La vinculación más estrecha entre ambos relatos gira en torno del
dolor existencial del hombre; se centra en la angustia que emerge de
un trasfondo humano trágico potenciado por la coyuntura histórica de
los sectores más empobrecidos de la sociedad. Almafuerte canta “el
dolor del hombre”, pero también lo hacen los grandes compositores
como Cátulo Castillo, Homero Manzi o Enrique Santos Discépolo.
Este último, por ejemplo, en Tormenta, una composición de 1939, interpela
a Dios porque el querer ser bueno no lo ha llevado más que al
dolor, mientras que la gente mala vive mejor que él.54 ¿Cómo no ver en
este dolido reclamo discepoliano al Almafuerte que, en defensa de la
sufriente humanidad, discutía con la Divinidad cara a cara e incurría
en la blasfemia?
Mucho hemos de avanzar en el tiempo si queremos hallar una nueva
relación. Más precisamente hasta 1989, año en que el cantautor
pampeano Alberto Cortez editara una obra titulada Versos escogidos
de Almafuerte, un disco que registra para la posteridad una personal
versión del poeta, hijo adoptivo de la ciudad platense. La excelente
musicalización e interpretación que, en general, se observa en el disco
parece sostenerse en la sintonía que el cantautor logra establecer con
el espíritu de cada una de las poesías seleccionadas. Se destaca, sin
54 “¿Lo que aprendí de tu mano / no sirve para vivir? / Yo siento que mi fe se tambalea, /
que la gente mala, vive / ¡Dios! mejor que yo... / Si la vida es el infierno / y el honrao vive entre
lágrimas, / ¿cuál es el bien... / del que lucha en nombre tuyo, / limpio, puro?... ¿para qué? Si hoy
la infamia da el sendero / y el amor mata en tu nombre, / ¡Dios!, lo que has besao... / El seguirte
es dar ventaja / y el amarte sucumbir al mal”.
duda, en este trabajo de Cortez, la musicalización e interpretación del
poema Sin tregua. También el trabajo del autor pampeano alcanza un
alto relieve en Castigo y Los incurables, canción ésta en la que combina,
entre canto y recitado, algunos de los Siete Sonetos Medicinales.
Este trabajo de musicalización de poesías no es una excepción en
la obra de Cortez, ya que éste puso música a algunas composiciones
de los poetas españoles Antonio Machado y Miguel Hernández, que
fueron incluidas en sendos discos del cantautor catalán Joan Manuel
Serrat, editados en los años 1969 y 1971, respectivamente. Pero volviendo
a Almafuerte, debemos decir que el fin del siglo XX trajo, tal
vez, la asociación más curiosa: el seudónimo del poeta utilizado para
nombrar a una banda de rock argentino.
Al fundar V 8, el músico Ricardo Iorio fue, en nuestro país, uno
de los pioneros del heavy metal (“metal pesado”). Actualmente, es el
referente máximo de este subgénero musical que forma parte de un
fenómeno más amplio que es el rock argentino. Luego de la disolución
de Hermética, su segunda banda musical, allá por 1995, Iorio formó
otra a la que denominó Almafuerte. El músico justificó explícitamente
la elección del nombre en una canción del cuarto disco de la banda
(1999). La misma también se titula con el seudónimo del poeta, y en
ella su autor afirma:
Esta canción quiere tu nombre
Llevarse,
como se lleva mi voz para que
guarde quien siente.
Fue por querer, y por si alguno
no sabe,
que hice mío tu nombre,
Almafuerte
La elección del nombre de la banda es un verdadero acierto
del músico, puesto que refleja el espíritu combativo y rebelde del
poeta; espíritu que sintoniza a la perfección con la forma que el heavy
metal asumió en estas tierras: una música potente, “fuerte”, que se
complementa armónicamente con una poética comprometida con la
realidad nacional y, en particular, con los sectores sociales históricamente
más castigados. Como compositor, tanto en V 8, como en
Hermética y Almafuerte, Iorio expresa su adhesión a un arte comprometido
con la realidad social, adhesión que lo identifica con su
admirado poeta. Por otra parte, si consideramos la admiración de Iorio
por los grandes poetas del tango, la vinculación entre éstos y el
poeta Almafuerte parece fortalecerse. Más si tenemos en cuenta que
el rockero ve una suerte de continuidad en nuestra cultura a partir de
aquellos hombres que contribuyeron a formar una identidad nacional.
Continuidad que incluiría, no sólo a Almafuerte y a los poetas del
tango, sino también al folclorista José Larralde, de quien Iorio es un
reconocido admirador. Pero también deberíamos decir al mismísimo
Iorio, a pesar de que su aporte sea realizado desde un género musical
no asociado, precisamente, a las raíces musicales nacionales, dada su
procedencia británica.
Se debe tener presente, además, que la historia del rock pesado
argentino, que comenzó a fines de la década de 1970, coincidió
con épocas muy duras para los sectores sociales más vulnerables. De
allí que fuese, y sea, una expresión musical que culturalmente funcione
como un foco de “resistencia”, en tanto que sus letras, de marcado
contenido sociopolítico, apelen permanentemente a la concientización
de aquellos a los que hace llegar su mensaje. Este fue también el rol
social que asumió el poeta Almafuerte con su permanente prédica:
alentar en el hombre “caído”, en el hombre de la “chusma”, un espíritu
de rebeldía contra cualquier forma de opresión que estanque e
impida el progreso humano. Esta sincronía justifica plenamente que
una banda de heavy metal argentino lleve por nombre el seudónimo
del máximo poeta popular argentino. Es, en este sentido, más que un
homenaje al poeta, una verdadera declaración de principios por parte
de un hombre del rock pesado nacional.
En su repertorio, Iorio incluyó una versión, en ritmo de rock,
del poema de Almafuerte Como los bueyes, en 1995. Pero no fue el
rock pesado el único ámbito del rock argentino que musicalizó poesías
del poeta. Las pastillas del abuelo, una banda musical que fusiona
el rock con otros ritmos, presentó en el año 2005, en su primer disco,
una particular versión de Sólo Dios, uno de los primeros poemas de
Almafuerte, de acentuado tinte amatorio. Por su parte, la banda rosarina
de punk rock, Bulldog, varios años antes, en 1997, editó una versión
del Piu Avanti, uno de los Siete Sonetos Medicinales. De hecho,
en un disco del año 2001, hicieron una compilación de sus primeros
trabajos discográficos, a la que titularon No te des por vencido, ni aún
vencido, en obvia alusión al primer verso del Piu Avanti. Al igual que
el heavy metal, el punk rock es un género musical que reivindica el
espíritu de rebeldía como uno de sus valores esenciales. Que la banda
haya elegido ese poema almafuerteano para musicalizar, y no otro, se
comprende perfectamente.
Si el rock argentino, en general, aún conserva el espíritu rebelde
y crítico que siempre fue uno de sus aspectos esenciales, no tiene
nada de extraño que un poeta de las características de Almafuerte
sea un permanente polo de atracción para los músicos de ese género.
El rock siempre estuvo asociado, no sólo a la rebeldía crítica, sino
también a una corriente revitalizadora de la cultura nacional, a una
suerte de “viento joven”. Corriente revitalizadora a la que también
pertenece la obra del poeta, que será siempre ese “viento joven” que
alienta, que impulsa; muchas veces, también, una corriente “fresca”.
Sólo basta poner su atención en él.
La vigencia de Almafuerte en nuestra cultura popular está fuera
de discusión.
Daniel Menafra